Formación Espiritual

La Receta Divina: Sanidad Para El Alma

"Es el Espíritu Santo que obra de esta manera en nuestro ser, desde el momento que Le otorgamos acceso." by El Mayor David Repass

Confieso que no me gusta ir al doctor. Prefiero esperar hasta el último momento para ver si puedo evitar esas visitas. Y no es sólo porque no me gusta tomar medicamentos… para mí lo peor es pagar por cada consulta. ¡Mi dolor físico aumenta al ver el tamaño de la factura!

Mi señora es más sensata en este ámbito y es quien muchas veces me convence a buscar ayuda de los médicos. Pues la verdad es que no tenemos por qué continuar sufriendo si tomamos los pasos para contrarrestar nuestro malestar. ¡Gracias a Dios por los avances científicos que pueden aliviar muchos de nuestros pesares!

Dios también ha provisto un antídoto para nuestra más catastrófica condición: somos pecadores.  Siendo que nacimos en pecado y lo ponemos de práctica muy tempranamente en nuestra vida (Génesis 8:21; Salmos 51:5; 58:3), Su infinita gracia ofrece una salida de nuestro lamentable languidecimiento (Tito 2:11-15).

Aquí debo resaltar que los doctores ofrecen su prescripción para que recobremos nuestra salud, pero la efectividad de dicha receta aumenta exponentemente cuando nos adherimos a sus instrucciones. Y aún con más ímpetu debemos participar en el proceso que Dios brinda para resolver nuestra enfermedad espiritual.

Comenzamos reconociendo que Dios ha completado ya la parte imposible del proceso. Jesús ya vino al mundo, vivó una vida perfecta y tomó nuestro lugar en la cruz. La muerte del Inocente por los culpables cancela nuestra deuda con Dios. La “medicina” ya ha sido fabricada y está a nuestra disposición, gratuitamente provista por el más Magnánimo Médico (Romanos 6:23; 2 Corintios 5:21; Efesios 2:8-9).

Pero sólo porque Dios ofrece abiertamente Su remedio no hace innecesaria nuestra participación. Toda la potencia del divino don puede ser cancelada por los que necesitan su aplicación, al simplemente ignorar Su gloriosa oferta. ¡Qué triste si la medicina más potente del universo se quedara sin abrir en su envoltura!

Dios ofrece Su perdón abiertamente para todo el que desee aceptar Su gracia. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo…” (Juan 3:16 NVI, énfasis añadida). “En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación…” (Tito 2:11 NVI, énfasis añadida). Su deseo máximo es “que todos sean salvos…” (1 Timoteo 2:4 NVI, énfasis añadida).

Entonces, cuando reconocemos nuestra necesidad y que la provisión ha sido ofrecida, podemos entrar en este beneficio tomando por cierto que Su perdón es eficaz. Ponemos nuestra fe en Jesús afirmando que Su sangre fue vertida por nosotros. Pasamos del simple conocimiento de Su padecimiento a una sincera confesión: que fue por nosotros que Él sufrió (Romanos 10:9-10).

Y así como el reconocimiento de nuestro malestar físico nos lleva a consultorio médico, el reconocimiento de nuestra necesidad espiritual nos lleva al Calvario, a pedir por la intervención celestial. Al aceptar que somos incapaces de rescatarnos a nosotros mismos, tornamos al Único que sí puede. A Él clamamos, confiando que Sus acciones son suficientes para suplir nuestra deficiencia.

Esta misma fe en Él que sufrió nos invita a renunciar nuestra vieja manera de vivir. Al comenzar a entender que nuestro pernicioso pecado hizo necesario Su padecimiento, y que somos perdonados a través de Su muerte, crece en nosotros el deseo de dejar toda manera de pecar. Al ver la grandeza de Su amor, sentimos una tristeza que lleva a arrepentimiento de todas las ofensas que hicieron necesario nuestro rescate (2 Corintios 7:9).

El encontrar eterno socorro en los brazos del Padre nos insta a rechazar todas las decisiones que nos llevaron al terrible resultado de encontrarnos lejos de Él. Al regresar a Su rebaño, resolvemos retener este reposo, repudiando todos los errores cometidos y renunciando todos los impulsos que nos descarriaron.

Pero, así como somos incapaces de proveer por nuestra propia redención, tampoco tenemos la capacidad de completar nuestra sanidad. Por más que deseemos fervientemente aferrarnos al camino correcto, nuestro profundo gozo no erradica las tenebrosas tendencias a desviarnos otra vez.

Por esto creemos que la receta prescripta por Dios continúe en tres pasos: “el arrepentimiento para con Dios” (reconociendo nuestra necesidad y decidiendo tomar Su medicina), poniendo nuestra “fe en nuestro Señor Jesucristo” (recibiendo gratuitamente y aplicando personalmente Su sagrado elixir) y abriendo nuestra vida a “la regeneración por el Espíritu Santo.” Estos tres “son necesarios para la salvación” (tomado de la Doctrina 7 del Ejército de Salvación).

Agradecidos a Dios por que nos ha dado una nueva oportunidad de entablar una relación íntima con Él, viendo que Él nos perdona y abre las puertas del Cielo para gozar de la vida abundante que nos brinda, damos entonces rienda suelta al Espíritu Santo para que transforme por completo nuestro ser.

El más consciente de los doctores, no sólo nos ofrece la solución a nuestro dolor, sino que nos da instrucciones para que no volvamos a sufrir la misma enfermedad. Sus directivas al partir son diseñadas para prevenir nuestro retorno a su oficina, al menos por la misma condición.

Dios, en Su infinito interés por nuestra salud espiritual, proveyó la santa unción que cura nuestro pecado. Si la aplicamos, entra en lo más profundo del alma para erradicar las raíces de nuestra maledad. Nuestra sanidad se completa al aplicar el santo ungüento, permitiendo que efectúe su obra, totalmente transformando nuestra leprosa alma.

Es el Espíritu Santo que obra de esta manera en nuestro ser, desde el momento que Le otorgamos acceso. Él constantemente nos enseñará como vivir (Juan 14:26), nos guiará paso a paso en el sendero (Juan 16:13; Romanos 8:14) y nos transformará en Su imagen (2 Corintios 3:18), día por día.

¿Acaso hay mejor propiciación para la humanidad? Si hemos confiado en los que se han preparado para ayudarnos con nuestras falencias físicas, ¿por qué no tomar la medicina que el mismo Autor de la vida ofrece para curar nuestra mortandad espiritual?

ALL Articles